Por Gabriel Moreno.-
Las sociedades, para su funcionamiento equilibrado, su vida
descansa en el normal funcionamiento de sus instituciones.
Las instituciones, idealmente, son diseñadas para lograr
cometidos. Finalidades de la sociedad.
La justicia laboral es una delicada tarea que, en la
constitución y las leyes que la desarrollan, se le asigna a los tribunales
laborales y, excepcionalmente, a las inspectorías del trabajo, en sede
administrativa.
La justicia, en el núcleo duro de sus definiciones/cometidos,
es darle la razón a quien la tenga.
La justicia tiene que impartirse, para que sea justa y no
contaminada de factores extraños, desde una posición imparcial, objetiva,
técnica y científica.
El derecho del trabajo es una ciencia, no un compendio de
trapisonda.
El derecho del trabajo, siempre insisto en eso, está magníficamente
expuesto en la Constitución d la República Bolivariana de Venezuela, CRBV.
El bloque ius laboral y de la seguridad social, visualizado
desde la CRBV, sin equívoco, puedo afirmar que es de lo más justiciero y
protectores del mundo.
No obstante lo antes afirmado, y contrariándolo, está la
realidad. Qué pena!
La justicia que se imparte
desde los estrados judiciales, en términos generales, es una verdadera vergüenza.
En los casos que conocen y deciden, los tribunales laborales,
no están al servicio de la justicia.
En Venezuela se judicializó la obediencia de los jueces, en
todos sus niveles, a los mandamiento de los caporales de la política made in Miraflores.
El resultado es que, en ese aspecto, los trabajadores
venezolanos y, en consecuencia, los operarios de la justicia, quedamos en la
orfandad.
Sin justicia, no hay felicidad.
Sin justicia, la sociedad marca un profundo retroceso. Allí
fructifica el barbarismo y la mediocridad.
Los jueces laborales hoy, no son símbolos de justicia, y eso
es grave. Terrible.
Si en lo dicho yo tengo razón, y claro que la tengo, vivir en
una sociedad con justicia, es una tarea nacional que, sin dilaciones, hay que
emprender.
Es una asignatura pendiente.
En igual condición de miseria está el sindicalismo
venezolano. Allí hay otro rotundo fracaso.
Nunca había existido, desde que Venezuela comenzó a industrializarse,
tanto extravío en el campo sindical.
Miraflores diseñó una política para acabar con el
sindicalismo venezolano y, por los resultados, creo que lo logró.
Para esa política de destrucción sindical, el gobierno
utilizó una variedad de políticas y tácticas.
Utilizó el dinero a
manos llenas para apoderarse de lo más emblemático del sindicalismo venezolano,
cuáles eran los sindicatos de Guayana, el petróleo y la administración pública
nacional, regional y municipal.
Una vez capturado esos espacios sindicales, los puso al
servicio del gobierno/patrón, no de los trabajadores.
Y aquellos líderes que se han resistido, los ha llevado a
juicio por sus luchas y protestas de contenido laboral que, sin miramientos, el
gobierno las hizo delito, sin serlo!.
Otra herramienta de destrucción sindical, es el férreo
control que Miraflores tiene del registro de los sindicatos a través del
ministerio del trabajo.
Si usted no tiene el respaldo de Miraflores y del parapeto de
central sindical que les obedece, no le registran ningún naciente sindicato.
José Bodas, líder sindical petrolero, ganó la Secretaría
General de la Federación Unitaria de Trabajadores petroleros de Venezuela, FUTPV, y por no estar alineado con
miraflores, nunca lo han reconocido como tal.
Como Bodas, miles.
Resultado: Ni hay justicia laboral idónea e independiente, ni
hay sindicalismo de la clase obrera.
Dos asignaturas pendientes para los trabajadores venezolanos.
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