El timo de los bachaqueros no se limita a sus precios, sino también al contenido de los productos que deberían vender sellados. Reportes en redes sociales dan cuenta de la alteración de leche, azúcar, desodorante y champú, entre otros. Hasta ahora los casos no dejan de ser leyendas urbanas, pero los especialistas advierten sobre los riesgos de adquirir productos sin el debido control sanitario
Lo barato sale caro y Libia Kancev lo aprendió por las malas. Compró medio kilo de café a 1.500 bolívares, cuando el precio en abastos y bodegas ya rondaba los 2.500. Nunca había visto a las vendedoras. Estaba caminando por la Candelaria, en Caracas, y un par de mujeres lo ofrecían en la calle. No lo dudó. Más pudo el bolsillo que cualquier suspicacia. El arrepentimiento vino luego, cuando preparó el café —lo toma negro— se llevó la sorpresa de que el líquido brotaba casi blanco por el colador. “Salía como agua, y yo lo hago fuerte. Lo olí y tampoco olía a nada. Me vendieron la borra del café”, se queja.
Historias como las de Kancev abundan en las redes sociales. No solo con el grano molido. En Twitter alertan que hay que tener cuidado con azúcar mezclada con sal, el desodorante ligado con agua aromatizada, zanahorias metidas en cajas de pasta dental, y leche y harina mezcladas con cal.
A los bachaqueros también se les agotan las existencias. La escasez de alimentos en Venezuela es superior a 80%, de acuerdo con la encuestadora Datanálisis, a partir de un sondeo realizado entre el 6 y el 16 de abril. En los supermercados caraqueños el desabastecimiento se ubica en 82,3%. “Es posible que ocurra. Estamos viviendo una situación en la que la gente hace cualquier cosa para subsistir. Además, los incentivos son perversos. Hay una escasez muy fuerte de productos y alguien puede ver en eso una oportunidad de negocio; pero hasta ahora no deja de ser una leyenda urbana”, explica el economista Domingo Sifontes.
Mary Betancourt trabaja en La Hoyada, a una cuadra de una feria de comida. “He visto gente recogiendo la borra del café. Lo que botan de la feria. Lo que se escucha es que lo ponen a secar y lo mezclan para venderlo. Ahora la gente busca hasta el pellejo del pollo”, advierte.
Las alarmas ante la posible adulteración de productos bachaqueados comenzaron a mediados de mayo. Cadenas enviadas por mensajería de texto y reportes en las redes alertaban de un niño fallecido por haber consumido leche de fórmula alterada con la sustancia alcalina. “Tengan cuidado en comprar leche a los buhoneros de Petare, una amiga le compró un pote(…) , le dio el tetero a su hijo y amaneció muerto, desesperada por conocer la causa de la muerte, analizaron la leche comprada y la misma tenia cal, sí, señores, cal. Esta gente no tiene el más mínimo respeto por la vida. Alerta no compren leche a los buhoneros. Correr la voz”, alertaban en el grupo de Facebook Con la Gorra Puesta.
El mensaje, publicado el 28 de mayo, fue compartido 9.557 veces, tuvo más de 500 reacciones y casi 350 comentarios, en los que, además de consternación, rechazo e insultos a los revendedores de productos regulados, había consejos como el siguiente. “Revisen bien los potes por la parte de abajo, le hacen un pequeño hueco y luego sacan la leche y le echan otra cosa, revisen bien las lata porfa, porque así le pasó a una amiga y ella se dio cuenta al revisar”, comentó Hayme Fuentes.
Nadie escribió “a mí me pasó”. La mayoría de los mensajes referían a amigos o conocidos.
Fuera de las redes sociales, una mujer que prefirió guardar su nombre dijo: “No conozco directamente a la persona. Una amiga estaba en la Clínica Popular de El Valle, y presenció cuando llevaron a una niña enferma porque le habían dado de esa leche, y la mamá incluso le comentó que había comprado el producto en el Mercado de Coche”. Hay reportes de niños llevados al Hospital Pérez Carreño en Caracas, pero al consultar a empleados del centro de salud, dicen desconocer que eso haya ocurrido. A la morgue de Bello Monte tampoco ha llegado ninguno de estos casos.
Rafael Orihuela, ex ministro de Sanidad y miembro de la Red de Sociedades Científicas Médicas Venezolanas, indica que hasta ahora no ha recibido ningún reporte de que esto esté ocurriendo. “El peligro que existe al comprar leche en bolsas, por ejemplo, es que no haya control de calidad y eso puede suponer un riesgo de contaminación bacteriana”.
Ventas sin control
Corre un rumor: los bachaqueros cuentan con máquinas selladoras de bolsas, que les permiten abrir los productos y adulterarlos, para luego revenderlos. En Facebook piden tener cuidado con las bolsas de harina, azúcar y arroz y con los envases de champú y desodorante. “Asegúrense de cortarlas o romperlas”, y finalizan como el anterior: “Corre la voz”. Kancev definitivamente tendrá más cuidado. “No compro más café así”, asegura. “Me parece realmente terrible la usura. Vivimos momentos desafortunados. La gente se quiere aprovechar del otro a como dé lugar”, sentencia.
A los oídos de Susana Raffalli, nutricionista experta en seguridad alimentaria en situaciones de emergencia, tampoco ha llegado alguno de estos casos. Sin embargo, hace un llamado de atención: “Lo que está sucediendo es que se compra detallado, por cucharadas, vasitos o tapitas, y existe un riesgo de contaminación cuando los productos no se compran sellados, empaquetados y con registro sanitario”. Raffalli agrega que al adquirir así los productos terminan saliendo mucho más caros. “Los abastos, las bodegas, incluso Mercal han perdido importancia en las redes de distribución de alimentos, y han sido desplazados por los revendedores informales al tratarse de una transacción muy rentable. Esto supone un riesgo, cuando compran productos por bultos, por ejemplo, y ellos mismos los empaquetan”, señala.
Las distorsiones creadas por los controles de precios y de cambio les generan a los revendedores ganancias que superan por mucho el salario mínimo. Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, declaró durante una presentación referida al abastecimiento de productos, realizada en mayo 2016, que 65% compra total o parcialmente artículos esenciales en el mercado negro, y sus precios superan entre 80 y 100 veces el valor asignado por el gobierno.
Para Marianella Herrera, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y directora del Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), es muy difícil decirle a los ciudadanos que eviten los revendedores, especialmente cuando no hay alternativas. “El problema básico es la falta de ofertas. Además, desde hace tiempo en Venezuela hay un problema con el etiquetado, que violenta las normas Covenin, ya que no se distinguen las descripciones de lo que traen los productos”.
Precauciones para el comprador
Raffalli recomienda que, cuando se hagan compras al menudeo, los ciudadanos verifiquen de dónde se están sacando los productos y comprueben que los empaques cuenten con registro sanitario. Si por alguna razón no tienen este sello, al tratarse de un producto artesanal, por ejemplo, los compradores deberían asegurarse de que los vendedores se puedan volver a encontrar, aunque sea a través de un número de teléfono, o que el vendedor sea visto frecuentemente por la zona. “Existen pautas de confianza: el registro sanitario, que se ubiquen en un mercado municipal, que requiere de permisos para estar allí, que sea un vendedor al que se le ve con frecuencia y que los productos estén identificados con una marca o un teléfono”.
Pero en el caso de los bachaqueros, no se sabe dónde llenan las bolsas. Yadira Vera, antropóloga en la Fundación Bengoa, señala que se desconocen las condiciones a las que estuvieron expuestos y el proceso de almacenamiento de los productos comprados en bolsas plásticas sin ningún tipo de identificación: “Si compras en la calle, cómo reclamas luego o pides limpieza o algún lineamiento para el resguardo de los alimentos. La harina, si no se almacena de manera correcta, puede tener gorgojos o gusanos blancos, igual con el arroz. Si se consume una vez quizás no pase nada, pero a largo plazo puede tener consecuencias”. Recomienda que si se van a comprar productos que vengan en sacos, el consumidor debe fijarse que no se encuentren directamente en el piso, sino encima de una caja o gavera, y observar las condiciones del saco, por ejemplo, que no se haya mojado y que no esté roto. Si las condiciones de almacenamiento no son idóneas, estos alimentos podrían verse expuestos a ratas o al orine de perros y gatos.
“La escasez nos lleva a las compras irresponsables”, advierte el economista Domingo Sifontes. “Hace cinco años jamás hubiésemos pensado que esto podría ocurrir, pero estamos en una situación extrema en la que todos estamos necesitados de alguna manera y la desesperación crece cuando hay niños involucrados”. Sin embargo, los expertos advierten que no hay que fiarse de todo lo que aparezca en las redes sociales. “Twitter es como la puerta de los baños públicos en las que la gente escribe cualquier cosa, y mucha gente se hace eco de eso sin verificar que sea cierto. Al no corroborar se genera angustia, molestia; pero al levantar la alfombra te das cuenta de que no hay nada”, concluye Vera.
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