Por Gabriel Moreno.-
Las organizaciones sindicales tienen,
por definición, (la realidad es otra) defender/representar los derechos de los
trabajadores/ciudadanos.
Los sindicatos no le pertenecen al
estado.
Pero como la vida no es una suma de egoísmo,
sino una coexistencia razonable en la que, lo ideal es unirse en procura de las mejores causas, así no es descartable
que hayan coincidencia en los fines del estado y la actuación finalista de las
organizaciones sindicales.
Los sindicatos han de gozar de de
autonomía y libertad. Han de tener políticas propias.
Los sindicatos han estar con las
trabajadores, en sus luchas y aspiraciones, en los centros/espacios de trabajo
y en la sociedad.
Las estructuras sindicales, en sus
finalidades, son las expresiones orgánicas de los trabajadores en su condición
de ciudadanos.
Las estructuras sindicales le
pertenecen a los trabajadores de base. Estas son sus expresiones y, representaciones.
Pero en la realidad, las estructuras
sindicales, tales como juntas directivas o comité ejecutivo, según sea el caso,
están dominadas, salvo excepciones, por verdaderas mafias.
Hoy,
ni el estado que, así mismo se define como estado social, democrático y
de derechos, le pertenecen a los ciudadanos, ni las estructuras sindicales le
pertenecen a los trabajadores.
Tampoco las estructuras judiciales, están al servicio
de la equidad y la justicia.
Y, eso, es muy grave!
Si algún ciudadano tiene algún
reclamo y, en esa condición, se querella contra el estado en alguna de sus dependencias
u órganos, sépalo de de antemano que, judicialmente, será atropellado.
La tragedia es nacional!
En la actualidad, y eso es vergonzoso,
el estado/gobierno se ha apoderado de las estructuras sindicales.
Ya los sindicatos no son expresión de
la las luchas, pasiones y anhelos de los trabajadores.
Ocurre lo contrario.
A los sindicatos el gobierno los
colocó en sus manos a los fines que no haya luchas ni protestas autónomas.
La sociedad, en su globalidad
democrática y participativa, cada día es más ahogada. Atropellada y aislada.
Sin embargo, eso no puede ser eterno.
Entiendo, desde mi óptica, que serían muchas las calamidades sociales y
humanas habidas si no existiera el estado o este fuera tan débil que
dejara a la sociedad sin autoridad y
dirección general ni disciplina, pero la inversa de eso es, igualmente, una
calamidad.
Es una calamidad que el estado se
apodere de todos los espacios que, por definición, le pertenecen a los ciudadanos.
Así tendríamos un estado invasor y
antidemocrático.
Lo bueno sería que, coexistiendo con
un estado fuerte, se activaran a plenitud, los espacios y derechos de los
ciudadanos.
Eso es lo democrático y justo. Lo
civilizado.
Lo traumático es que el estado se
haga dueño de todo.
De allí vienen todas las desventajas
sociales y humanas.
En los estados súper poderosos,
crecen incontrolables, como las malas hierbas, la corrupción y todas las
demás expresiones de despotismo.
En los estados súper poderosos,
quienes verdaderamente reinan, son una
minúscula burocracia que concentra todos los poderes y las riquezas nacionales.
En los estados súper poderosos, los
sindicatos, en la búsqueda de sus fines, ruedan.
En los estados súper poderosos, se debilitan
(y hasta desaparecen), los derechos colectivos e individuales de los
trabajadores/ciudadanos.
En Venezuela, y no queda otra, hay
que reconstruir el sindicalismo a los fines de darle nuevos rumbos a las luchas
sociales y laborales.
Insisto que, los fines de los
sindicatos, no son iguales a los fines del estado.
Son dos espacios diferentes y, en
algunos casos, hasta contradictorios.
En Venezuela no hay democracia
sindical, hay estado invasor e
injerencista.
Me anoto entre los reconstructores del sindicalismo en Venezuela.
Ese día llegará!
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