La coartada de la falta de tiempo es una excusa previsible. Sin embargo, tal y como te contamos en un artículo anterior, bastan unas pocas horas, bien optimizadas, para lograr adquirir una nueva habilidad.
Ya sea por nuestra curiosidad natural o porque necesitamos un nuevo conocimiento para nuestra carrera profesional, el principal obstáculo para aprender algo nuevo suele tener un claro culpable: nosotros mismos.
La coartada de la falta de tiempo es una excusa previsible. Sin embargo, tal y como te contamos en un artículo anterior, bastan unas pocas horas, bien optimizadas, para lograr adquirir una nueva habilidad. Diferentes expertos en este campo inciden en que el secreto no reside en ponerse a leer libros como un loco ni en ver tutoriales hasta que los ojos se nos salgan de las órbitas. La clave reside en el así llamado metaprendizaje, es decir, en aprender a aprender bien.
Benjamin Hardy es un experto en psicología y liderazgo que comparte tal opinión. En vista de la escasa reflexión que existe acerca de cómo optimizar el proceso para asimilar nuevos conocimientos, en su artículo ‘How To Learn In 2 Days What Normally Takes 6 Months’ nos presenta una serie de consejos para reducir de forma rotunda el esfuerzo necesario para ser cada día un poco más sabios. He aquí los más destacados:
Sienta las bases
Podemos saber adónde queremos llegar, pero conocer nuestra meta no significa, ni mucho menos, vislumbrar cuál es el camino que hay que seguir para alcanzarla. Tenemos, normalmente, una relativa certeza sobre los dos o tres primeros pasos que deberíamos llevar a cabo, pero lo que queda después puede ser un enorme vacío donde no es sencillo encontrar un rumbo seguro.
Hay que crear, por consiguiente, una sólida base sobre la que construir nuestro aprendizaje. Tal apoyo se debería basar, según Hardy, en cuatro puntos definidos:
Márcate un primer objetivo claro.
Crea un plan concreto para alcanzarlo.
Selecciona con esmero las herramientas más adecuadas.
Genera a tu alrededor una buena estructura de apoyo, es decir, haz que tu familia y amigos comprendan y te ayuden, a ser posible, a lograr tu propósito.
Si estas cuatro premisas se cumplen, tienes todo el campo abierto para poder dar tus primeros pasos con seguridad y motivación.
Aprende con un propósito
Solo aquellas personas interesadas en los aspectos lingüisticos suelen querer aprender un nuevo idioma por el mero hecho de aprenderlo. La mayoría de los que desean incorporar una nueva lengua a sus habilidades buscan una intención más práctica: viajar a un país que les resulta interesante, acercarse a una nueva cultura, leer libros o ver películas en el idioma original…
Cuando definimos nuestro propósito definimos también nuestra motivación. La principal razón por la mayoría abandona un aprendizaje es porque ve el método, pero no el fin.
Busca un buen profesor
Ya fuera en la universidad o en las materias optativas del instituto, solíamos elegir las asignaturas en función de su nombre o de los contenidos que pensábamos que se iban a impartir. La desilusión era mayúscula cuando ese universo de conocimientos que parecía ‘a priori’ tan atractivo se venía abajo por culpa de un profesor desmotivado que se limitaba a impartir la asignatura como un hecho burocrático.
El concepto de profesor va más allá de la persona. Un buen libro o un curso online pueden ser un magnífico maestro, sobre todo si ofrece el combustible que permite avanzar de manera rápida: “la motivación”.
Cuenta, precisamente, Hardy su experiencia personal a la hora de buscar a alguien que le enseñase los fundamentos de programación que necesitaba para el negocio online que quería sacar adelante. Tras hallar a la persona adecuada, le bastaron dos días intensivos, viviendo en la propia casa de su profesor, para tener las bases de lo que les servían.
Practica la inmersión
El profesor, sin embargo, no es la única herramienta, y de hecho es bastante injusto cargar toda la responsabilidad del aprendizaje sobre él. Es fundamental, por ello, incorporar otros recursos que enriquezcan e incluso ofrezcan otro tipo de conocimiento.
Siguiendo el ejemplo de los idiomas, mucha gente que ha viajado al extranjero reconoce que le han bastado un par semanas para haber aprendido más sobre la lengua de interés que dos años de lecciones en una academia. La inmersión supone adquirir el nuevo conocimiento en su contexto e implica una experiencia completa y tangible que se queda grabada con más facilidad.
Repite hasta que se vuelva inconsciente
En el libro ‘Zen en el arte del tiro con arco’ Eugen Herrigel cuenta la importancia que tiene para las disciplinas orientales la repetición de lo aprendido con el fin de interiorizar profundamente el trabajo llevado a cabo. Ilustra el autor que el propósito de esta arte no es conseguir acertar siempre en el objetivo, sino que el arquero y el blanco se vuelvan uno: “El arquero ya no es consciente de su yo, como un individuo cuya misión es acertar el blanco. Mas ese estado de no-conciencia lo alcanza solo si está enteramente libre y desprendido de su yo, si se aúna a la perfección de su destreza técnica“.
Con la repetición se consigue así lo que Herriguel llama el “arte sin artificio”. Siguiendo la misma lógica, para lograr un saber profundo, Hardy aconseja progresar a través de la reiteración y no caer en la trampa de que una vez aprendido algo basta con pasar página y dejarlo en algún rincón de la memoria. La metáfora a seguir es la del jugador de baloncesto que empieza practicando numerosas veces desde la línea de tiros libres, para ir aumentando progresivamente la distancia e intentar encestar cada vez desde más lejos.
Autoevalúa lo aprendido
¿Crees que has aprendido de verdad lo que querías saber? La evaluación es probablemente la fase más compleja del proceso, aquella sobre la que menos se ha escrito y sobre la que no hay métodos seguros. Si encima la valoración la tenemos que realizar nosotros mismos, la cosa se complica aún más. Con todo, en El Confidencial hemos hablado de una buena técnica de autoevaluación: intenta explicarte el nuevo conocimiento de la forma más sencilla posible. Si no lo consigues, o si a la hora de exponerlo te das cuenta de que existen lagunas, es que quizás la cosa necesita un repaso. Esto es lo que defendía el premio Nobel y profesor de física Richard Feynman
En definitiva, cuando no conseguimos desarrollar la idea que nos interesa de modo que podamos explicarla con claridad, tenemos el indicador perfecto que nos señala que no la hemos interiorizado.
Fuente: El Confidencial
CC
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