Por Gabriel Moreno.-
El salario, hoy día en Venezuela, es uno de los peores del
mundo. Esa unidad de compra y pago, desmaya ante la ya insoportable escasez de
bienes y servicios básicos para el vivir.
El trabajo asalariado sucumbe.
Las políticas macros y, públicas, implementadas desde el alto
gobierno carecen de éxitos en cuanto a la producción de bienes y servicios.
La gente sufre, y mucho.
Pero lo trágico de esto
es que, desde el sindicalismo, nada se dice.
Los sindicatos exhiben el poco honroso average de casi desaparecer
de las escenas de lucha laborales justo cuando, desde el año 1999, el mundo del
trabajo asalariado tiene las mejores protecciones y tutelas jurídicas desde el
atalaya de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
La paradoja es que, desde la CRBV, el camino, en lo
formal, se ilumina, pero el andar del
sindicalismo es sobre predios oscuros y fatigados.
La comida para la gente es escasa y cara, y el sindicalismo
no protesta. No actúa, no dice. No propone.
Los salarios son de miseria, y el sindicalismo calla. Baja la
cabeza.
La gente empeora o
muere, por falta de medicamentos y otros insumos indispensables para tratar la
salud.
Los servicios públicos de salud son una vergüenza!
Y el sindicalismo no reacciona.
El sindicalismo moderno le tiene que ser útil a los
trabajadores en la fábrica y en la sociedad.
Pero en Venezuela, eso no es así!
El sindicalismo está en la debacle general y eso tiene sus causas múltiples.
La causa principal de eso es que el gobierno se propuso
destruir el sindicalismo, y lo logró.
Pasa igual con casi
todas las instituciones fundamentales del país.
Los tribunales, por ejemplo,
en todos sus ámbitos de
competencia, no funcionan para atender los cometidos para lo cual fueron
creados.
Desde los ámbitos judiciales, la justicia es una verdadera
parodia. Las decisiones las imponen los caporales de la política de acuerdo a
sus intereses parciales de ellos y de los grupos que defienden.
Para recuperar el sindicalismo se necesita mucha lucha y
claridad.
La sociedad necesita de un sindicalismo fuerte. Vigoroso. Con
políticas propias. Autónomas.
En sus nacimientos, en el ya lejana década del 30 del siglo
pasado, hasta el acceso al poder en 1998 del Chávez, el sindicalismo, estaba en
total compaginación con los partidos políticos y sus estrategias.
Al caer los partidos que los sustentaban, vino la debacle de
sus variantes sindicales.
De ese espacio de tiempo, la enseñanza que se extrae, es que
el sindicalismo no pueden ligar su existencia y sus razones de ser, en su
anclaje en los partidos políticos.
Los sindicatos pertenecen al mundo del trabajo asalariado. A
ellos se deben. A la luchas de trabajadores y sus aspiraciones ciertas y
legítimas.
Los partidos políticos es otra cosa!
En cambio, en la concepción chavista del poder, los
sindicatos no tienen importancia. En esa concepción primitiva del socialismo,
los sindicatos estorban.
El poder reside, según esa visión, en el líder máximo (hoy muerto), y en las
fuerzas armadas.
Allí está el poder real!
Los contenidos constitucionales, sobre el mundo el trabajo y
el sindicalismo, en la visión chavista,
es sólo combustión para las galerías.
Hoy, cuando el sindicalismo agoniza al lado de bellas
proclamas constitucionales, paradójicamente, quien triunfa, en esencia, es la
política chavista de esencia anti sindical.
Ese es un tema excelente para el debate de cara al nuevo
proceso constituyente que se anuncia.
Pero hay que decirse las verdades, las bárbaras terribles!
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