La evolución del organismo humano ha sido un proceso sumamente lento y, como resultado de ello, básicamente tenemos el mismo cuerpo que tenían nuestros antepasados de las cavernas; en aquellos tiempos las condiciones de vida eran sumamente precarias y no era tarea fácil procurarse el alimento necesario para la vida, de modo que sólo sobrevivieron quienes se adaptaron mejor a las circunstancias, es decir que mediante la selección natural el organismo humano se convirtió en una máquina eficiente, capaz de aprovechar al máximo los escasos recursos de que disponía. Su principal objetivo eran los alimentos ricos en grasas, ya que ésta era la fuente más importante de energía para afrontar el reto de vivir en un medio tan difícil.
El problema radica en que hoy, en un mundo en que la alimentación ya no es un recurso tan escaso, nuestro organismo sigue siendo esa máquina eficiente, ávida de elementos grasos, de ahí nuestro marcado gusto por este tipo de alimentos; es así como, al no tener carencia de recursos, lo que no se necesita de inmediato se acumula en forma de grasa, la cual invariablemente se convierte en obesidad.
A esto hay que añadir el hallazgo de un estudio llevado a cabo en la Universidad de California en San Francisco (EE.UU.) y publicado recientemente en Cell Metabolism, según el cual los alimentos ricos en grasas, como la comida chatarra, son los principales causantes de la inflamación de la microglía, una estructura de células del sistema inmune del cerebro que se encuentran en el hipotálamo, esta inflamación a su vez genera un aumento del apetito y, por consiguiente, un incremento en el riesgo de desarrollar sobrepeso u obesidad.
Esta información es compartida y comentada desde la Fundación Torres-Picón, la cual realiza divulgación preventiva en salud, y principalmente frente a la epidemia global de obesidad y sobrepeso alertada por la Organización Mundial de la Salud.
Para esta investigación se utilizaron ratones cuya microglía había sido desactivada genéticamente o eliminada; al proveerles de alimentos ricos en grasas, estos ratones comieron hasta un 15% menos y perdieron hasta un 40% de su peso; por su parte, los ratones cuya microglía no había sido desactivada, al producirles la inflamación y ofrecerles el mismo tipo de alimentos comieron hasta un 33% más y su peso en algunos casos incluso se cuadruplicó.
Según estos resultados, una alimentación cargada de grasas produce una inflamación en la microglía, lo que estimula las ganas de comer, especialmente alimentos grasos como la comida chatarra; este hallazgo abre nuevas perspectivas para el abordaje del problema de la obesidad ya que, como acotaron los investigadores, un fenómeno bastante similar al de los ratones del estudio se presenta en pacientes humanos obesos en los que se ha observado inflamación en las células de la microglía, cosa que no sucede en individuos con peso normal.
El científico español Martín Valdearcos, jefe del equipo investigador, actualmente existen una serie de medicamentos formulados para actuar sobre las neuronas encargadas de controlar el apetito, sin embargo no son muy específicos y además por lo general producen efectos secundarios no deseados, como depresión y ansiedad; de ahí se desprende la conveniencia de actuar directamente sobre las células de la microglía.
El siguiente paso en este estudio es analizar cuál es el mecanismo responsable de que la ingesta de alimentos grasos produzca la inflamación de estas células cerebrales. Asimismo se piensa evaluar los efectos de un nuevo fármaco, el PLX3977, el cual al presente se encuentra en fase de ensayo clínico en enfermos de leucemia y otras patologías, ya que su actuación es similar a la del fármaco utilizado para anular la microglía en los ratones del experimento, y se piensa que aplicado en pacientes humanos, éstos podrían recibir beneficios semejantes
Pedro J. Torres, portavoz y directivo de la Fundación Torres-Picón (FTP), activa en la tarea de prevenir tanto la obesidad infantil como el sobrepeso, dijo que se trata de una información interesante que hace reflexionar sobre cómo evitar inconvenientes y riesgos para la salud, derivados de la sobrealimentación o alimentación incorrecta.
“Otra parte fundamental que complementa la alimentación equilibrada y el control médico como medidas preventivas principales, es el combate de la vida sedentaria, caminar, involucrarnos y participar más en las prácticas deportivas, en la realización de ejercicio físico cotidianamente, que es una efectiva herramienta para mantener el peso y las buenas condiciones, ayudando a procesar el consumo de calorías, de grasas”, dijo Torres en nombre de la fundación, dedicada internacionalmente a la tarea de prevenir tanto la obesidad infantil como el sobrepeso, así como a promover el arte, la cultura y la educación como herramientas para la superación personal de jóvenes y niños.
GF/EDC
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