Situado en el corazón de la ciudad más cercana al epicentro del terremoto ocurrido el sábado en Haití, el hospital de la Inmaculada Concepción de Port-de-Paix encuentra enormes dificultades para asistir a los heridos, por la falta de medios y los destrozos causados por el sismo.
En los minutos que siguieron al movimiento telúrico, de magnitud 5,9, en la noche del sábado, los heridos comenzaron a afluir hacia este sanatorio público, pero sus puertas estaban cerradas.
"No teníamos electricidad, por lo que no pudimos recibir a la multitud que se agolpó en la noche de ayer", dijo el domingo el doctor Paul Miclaude, del servicio de emergencias.
"Algunos murieron aquí mismo", agregó. "Aún hoy nos falta todo. Son los propios pacientes los que consiguen los medicamentos, los guantes, todo. A pesar de sus traumas y aunque su vivienda haya sido destruida".
"Quedó claro que no estamos preparados para una catástrofe así", lamentó el médico.
Con la mirada perdida y cojeando de una pierna, Pamelia Donné abandona la pequeña salida del servicio de urgencias repleta de camillas. Hace varias horas que ingresó al hospital cargando el cuerpo de su hijo, de 20 años.
"Cuando las cosas comenzaron a moverse, mi hijo estaba por salir de su cuarto. Voló por los aires y aterrizó sobre un hierro de construcción, que lo atravesó y lo mató al instante", cuenta.
A pesar de que la policía pudo restablecer cierto orden a la entrada del hospital y de que comenzaron a llegar cajas de medicamentos enviadas por el Ministerio de Salud, una réplica de 5,3 de magnitud volvió a sumir al establecimiento en un ambiente caótico, y personal y pacientes se volcaron hacia el patio.
"Con las réplicas no podemos quedarnos dentro y estamos levantando tiendas de campaña para recibir a los pacientes que llegan", explicó el director del Inmaculada Concepción, Polycarpe Saaely.
"Son construcciones que datan de la época de la ocupación estadounidense (entre 1915 y 1934). Debimos evacuar a dos pacientes que estaban en la zona de cirugía, porque el edificio está realmente en ruinas", dice.
El techo se desplomó en varios lugares, proyectando astillas de hormigón sobre las camas, que en el momento del sismo estaban, felizmente, vacías.
La llegada del presidente Jovenel Moïse a Port-de-Paix despertó la ira de la gente, harta de la extrema pobreza que soporta desde hace años.
"Todo el mundo puede ver que no tenemos un verdadero hospital: esto demuestra que aquí no hay Estado. El presidente vino a la ciudad, pero aquí no", dice con rabia François Lubensron cerca de la entrada al Inmaculada Concepción.
"Ya basta con que un pequeño grupo privatice el país y que nosotros nos muramos. Somos seres humanos, tenemos derecho a vivir, como todas las naciones", dijo este joven de 28 años. AFP / RA
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