Las laderas del Monte de los Olivos de Jerusalén albergaron hoy la tradicional procesión del Domingo de Ramos, cuando miles de católicos llegan de todo el mundo para recrear la entrada de Jesús a la ciudad amurallada.
El santuario de Betfagé fue el punto de encuentro de los miles de fieles, tanto palestinos como peregrinos extranjeros, que se dieron cita sobre las dos de la tarde (12.00 GMT) y juntos comenzaron el recorrido a pie en dirección a la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Bajo un estricto control de seguridad por parte de fuerzas israelíes, que cerraron múltiples calles en los alrededores de la ciudad, la procesión se desarrolló en un ambiente festivo y de tranquilidad.
Banderas de decenas de distintos países decoraron el recorrido, que tuvo como banda sonora canciones en múltiples idiomas, entonadas por grupos de devotos, muchos con sus propios instrumentos y hasta danzas, y todos unidos bajo el grito de "Jerusalén, Jerusalén, nos volvemos a ver" y "¡Jesús, Jesús!".
"Este es el mismo recorrido que ha hecho Cristo y hoy tenemos la gracia de poder vivirlo nosotros aquí en Jerusalén con más de 100 jóvenes y seminaristas y estamos contentos de estar aquí", explicó Armando Medina, sacerdote originario de Perú radicado hace cinco años en la Ciudad Santa.
La procesión, compuesta en su mayor parte por peregrinos extranjeros, contó con fieles de todo el mundo, incluyendo grandes grupos de Filipinas, Polonia, Alemania, Estados Unidos, España y congregaciones de América Latina.
"No puedo explicar sinceramente la alegría que siente mi corazón de estar aquí, en Jerusalén, la tierra de nuestro señor Jesucristo, es una emoción inmensa, es mi primer Domingo de Ramos y espero que todos los católicos nos unamos", expresó Patricia López Álvarez, que llegó especialmente desde Sinaloa, México.
El recorrido, que tuvo lugar en Jerusalén Oriental, la parte de la ciudad ocupada por Israel en 1967, contó con una importante presencia de palestinos católicos, incluyendo figuras religiosas locales, familias y cientos de jóvenes "scouts", cada grupo con su respectivo uniforme.
Los palestinos fueron quienes encabezaron la procesión, que contó también con un grupo de cristianos hebreoparlantes, en su mayoría hijos de inmigrantes filipinos radicados hace mucho tiempo en el país, que se hicieron escuchar y se encargaron de hacerle un lugar al lenguaje oficial israelí.
Tras dejar el santuario de Betfagé, cuyo nombre refiere al pueblo donde, según la tradición, Jesucristo se montó al borrico que lo llevaría hasta la Ciudad Santa, los feligreses fueron bajando lentamente por una de las laderas del Monte de los Olivos, con la Cúpula Dorada de fondo y bajo un fuerte calor.
Superada una pendiente empinada, que algunas decenas de palestinos evitaron, pasando sobre y entre lápidas del cementerio judío ubicado sobre el lateral del monte, la procesión emprendió la subida final hacia la Puerta de los Leones de la ciudad amurallada de Jerusalén, celebrando la llegada emocionados antes y después de atravesarla.
"Es un ambiente fantástico porque expresa la fe de un pueblo que en este país es minoritario, porque los cristianos aquí apenas somos un 2% y sin embargo ver este movimiento de personas en un país como Israel, que no es cristiano sino judío y musulmán (minoritaria), esto es una expresión de júbilo y de alegría", describió Juan Pablo Diez Llamazares, que llegó desde León, España.
Tras cruzar la puerta con las hojas de palma en alto y adentrarse en la ciudad amurallada, los fieles, cada vez más emocionados, ingresaron en la Iglesia de Santa Ana, donde continuaron bailando y cantando con la puesta de sol, que puso fin al primer día de las celebraciones de Semana Santa en Jerusalén.
EFE / RA
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