Los cuatro mayores bancos de Brasil han registrado en 2019 beneficios récord, los terceros consecutivos, atribuidos a un aumento del crédito a las pequeñas y medianas empresas del país y a las familias, y esperan mantener esa tendencia para 2020, aunque con un ritmo menor.
Itaú, Bradesco, el estatal Banco do Brasil y la filial brasileña del Santander aumentaron sus ganancias un 18 % el año pasado, coincidiendo con la llegada al poder del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, un capitán de la reserva del Ejército conservador en las costumbres y liberal en el ámbito económico.
El alza supone la tercera subida anual consecutiva del sector y el mayor lucro consolidado nominal ya registrado por las cuatro entidades financieras desde 2006, según un informe divulgado esta semana por la consultora Economática.
"En este 2019 ese crecimiento vino dado por el ritmo de crecimiento del crédito a familias y pequeñas y medianas empresas", analizó a Efe Fabio Gallo, profesor del centro privado de estudios Fundación Getulio Vargas (FGV), especialista del sector bancario.
Itaú, presente en cerca de una veintena de países, se consolidó en 2019 como la entidad financiera más potente de Brasil al ganar el pasado año 26.583 millones de reales (6.150 millones de dólares), un 6,4 % más frente a 2018.
En 2020 espera mantener esa tendencia de crecimiento, aunque a un ritmo menor, pese a las buenas perspectivas de la economía brasileña después de varios años de lenta recuperación.
Según las previsiones del Itaú, la economía de Brasil se expandirá un 2,2 % en 2020 y un 3,0 % en 2021 después de haber crecido de forma lenta y ligeramente por encima del 1 % en los últimos tres años tras la histórica recesión de 2015 y 2016.
Por detrás aparecen Bradesco (beneficio neto de 22.582 millones de reales o 5.191 millones de dólares en 2019, 14 % más), Banco do Brasil (18.162 millones de reales o 4.175 millones de dólares, 41 % más) y Santander Brasil (14.181 millones de reales o 3.260 millones de dólares, 16 % más).
Las ganancias de los cuatros bancos se sustentan en un aumento de la cartera de crédito, la rentabilidad financiera (ROE) y de los ingresos por servicios. También responde a una política de reducción de costes impulsada desde hace unos años con objeto de mejorar la eficiencia operacional ante la irrupción de las llamadas "fintech".
En el caso de particular de Brasil, el sector bancario es históricamente concentrado para un país de 200 millones de habitantes, pero aún así la banca tradicional ha decidido apostar por la digitalización para evitar ser destronada por el ramo tecnofinanciero, según Gallo.
Además, sus resultados se han visto favorecidos por la bajada de la tasa básica de intereses, actualmente en mínimos históricos (4,25 %), cuando en 2016 llegaban al 14,25 %, lo que ha reducido sus costes de captación.
Gallo puntualiza que ese vertiginoso descenso en los tipos oficiales no se ha traspasado con la misma velocidad al consumidor final, que aún sigue soportando intereses altísimos, como muestra el diferencial ("spread") bancario.
La mejora del escenario macroeconómico brasileño, se espera que este año el país crezca un 2,30 %, según analistas consultados por el Banco Central, también puede favorecer el desempeño de la banca.
El Gobierno del ultraderechista Bolsonaro pretende levantar el vuelo de la economía del país con una agenda liberal basada en la austeridad, las reformas estructurales -como una de las jubilaciones ya aprobada por el Congreso- y un amplio paquete de privatizaciones.
Su objetivo es reducir el tamaño del Estado brasileño al máximo y revertir el abultado déficit fiscal, equivalente a cerca del 6 % del producto interno bruto (PIB).
"Si el Gobierno de Bolsonaro consigue aprobar las reformas -hay en trámite una administrativa y otra tributaria-, Brasil entrará en ritmo acelerado de crecimiento y eso favorece a los bancos. Si hay reformas, la tendencia es que el banco gane más", resume Gallo.
EFE / MV
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