En el sur de Bolívar se ubican decenas de fábricas artesanales de casabe, cuyo producto se considera entre los mejores del país. Sin embargo, la mayor inversión se va en la compra de gasolina para sacar cosechas de yuca amarga y cumplir con lo requerido en el proceso de producción.
El casabe que se produce en el estado Bolívar tiene la misma fama que su queso guayanés. Tanto para sus habitantes como para turistas, pasar por la vía hacia Guasipati, El Miamo o Upata es hacer una parada obligatoria para comprar queso, catalinas y casabe, incluido el casabe chorreado.
“Y es que el casabe guayanés, como su queso, tiene fama en cualquier restaurante del país, especialmente si viene de Guasipati adentro. Allí se produce el mejor casabe, de primera, con un buen sol y almidón, porque allá generalmente el tiempo y la tierra son ideales”, destaca el cronista Américo Fernández en sus Crónicas Angostureñas.
Su proceso de producción requiere de yuca amarga bien madurada bajo la tierra. “A la hora de prender los budares, tiene que haber buen sol para que esta torta de harina de mandioca sobre la trojas no se malogre, reduciendo su calidad a un casabe de segunda o de tercera”, agrega Fernández.
“Los guayaneses están convencidos de que el casabe elaborado con muchos artificios mecánicos, como los de la cigüeña, la prensa y otros artefactos inventados por la tecnología moderna, no es tan bueno como el elaborado con los tradicionales equipos del rayo, el sebucán y el manare, cestas indígenas estas dos últimas que han sido desplazadas de la industria del casabe y convertidas en artesanía indígena artística para la exhibición y la curiosidad del turista”, cuenta el cronista.
Actualmente, aunque la producción no ha cesado pese a la pandemia de COVID-19, no es menos cierto que igualmente se han visto afectados, principalmente, por el tema del combustible.
Menos en producción
Pedro Muñoz, con 60 años de edad, lleva toda su vida trabajando en la producción de casabe con su familia. Su fábrica artesanal se ubica en el kilómetro 24 de la vía a Upata.
Asegura que el principal inconveniente que tienen, tanto para la producción como para la comercialización, es el del combustible. Casaberos de otros sectores, como Los Rosos, Sucutum, Quebrada de Juajua y La Estrechuras, padecen de este mismo problema que se agravó desde que comenzó la pandemia de COVID-19.
Estamos produciendo a media máquina por el tema del combustible. El servicio de gas se mantiene, pero lo que es el gasoil y la gasolina que necesitamos para los traslados no nos han tomado en cuenta. Justamente, hoy tuve que comprar 10 litros de gasolina en 15 dólares para mover una moto”, comenta Muñoz.
Como ocurre en la ciudad para la movilización diaria, las motos pasaron a sustituir a los camiones, al menos para las diligencias básicas como traslado de personal y parte del producto. Pero no resulta del todo cuando el gasto que se invierte en compra de combustible reduce las ganancias o incluso se consume lo que se invirtió para producir.
Muñoz señala que anteriormente llegaban a producir entre 4500 y 5000 tortas de casabe en la semana. Ahora producen de 2000 a 2500, si acaso llegan a 2700.
“Económicamente afecta a las familias. Yo tenía a cinco o seis personas trabajando, y las reduje a tres o las turno para tratar de ayudar. Con el personal de distribución, eso sí ha estado crítico. Me está salvando la gente que va hacia el sur y me compra, como estoy en plena vía. Para entrar a otras casaberas sí es más difícil porque la vía está muy mala, muy deteriorada”, detalla Muñoz.
La mala vialidad también dificulta sacar las cosechas de yuca amarga, materia prima para producir casabe. Foto Jhoalys Siverio |
Vialidad deteriorada
La distribución a San Félix y Puerto Ordaz también se redujo. Llevar unas 1500 tortas de casabe implica pagar entre 50 y 60 dólares de transporte. Por la compra de yuca amarga, se paga a productores entre 0,20 y 0,30 dólares el kilo. El tema de la mala vialidad complica también a los productores de yuca sacar las cosechas, por lo que deben venderla a muy bajo costo para no dejarla perder.
Hemos ido guapeando, pero no nos podemos paralizar”, sostiene.
En la población de El Pao, en el sector Valle Hondo está Carlos Bonalde. Allá hay tres rallanderías o fábricas artesanales de casabe en producción, y otras tres en construcción.
Como también trabajador de CVG Ferrominera Orinoco, para Bonalde ha sido una bendición el poder vender casabe en la empresa.
“El casabe es una alternativa para los trabajadores en medio de la crisis económica y de alimentación. Ese producto vuela y todo lo que a veces llevo adicional”, destaca Bonalde.
Pero mientras en su caso la producción está en mejores condiciones, entre 40 y 60 bultos en cada rallandería, admite también que el principal inconveniente es el tener que comprar gasolina a tres dólares el litro.
Es duro porque es una inversión fuerte. La mayoría del casabe me lo llevo en el transporte de la empresa. En El Pao tenemos una sola estación de servicio y ya van como ocho o nueve meses sin abastecernos de gasolina”, agrega.
Producción indígena
El casabe es también uno de los productos de la economía indígena. Recientemente productores indígenas uwottuja y curripacos de los ejes norte, sur y sureste del municipio Atures de Amazonas, y de Parhuaza, en el municipio Cedeño del estado Bolívar, acordaron reajustar el precio del mañoco y el casabe, dos de los productos autóctonos que elaboran y que son rubros de primera necesidad, informó la ONG Kapé Kapé.
Ambos productos los ajustaron en esas zonas a 750.000 bolívares o 3000 pesos colombianos. Si es al mayor, en un millón de bolívares o 4000 pesos colombianos; y al detal en 1.250.000 bolívares o 5000 pesos colombianos.
Solo en transporte, los indígenas pagan 600.000 bolívares por cada pasajero y por cada carga, catumare o saco de producto que trasladen.
En Ciudad Guayana, en cambio, el precio de la torta de casabe oscila entre 4 millones y 5 millones de bolívares.
CrónicaUno
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