“Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después. Esta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen planes premeditados.”
Sun Tzu.
Desde el 2015, producto de la contundente victoria de la oposición venezolana, que en su mayoría logró articular la unidad en torno a una tarjeta electoral única y un sistema que permitió, quizá no la mejor, pero si la mayor inclusión posible de los sectores que luchaban y siguen luchando por la libertad, se impuso, producto de las proporciones obtenidas por los cuatro principales partidos políticos del momento, una hegemonía de cuatro (AD, VP, PJ y UNT que agrupados se autodenominan G4) sobre la oposición democrática, producto además de la incidencia en los accesos a recursos para el activismo político.
El denominado G4, después de 6 años de un intenso ejercicio de monopolio de la conducción política de la oposición, tiene un balance no muy positivo en su gestión, producto del manejo de las protestas del 2017, y del autodenominado gobierno interino presidido por Juan Guaidó, que generó una muy alta expectativa de salida inmediata de Maduro, que ya se ha desinflado producto de una serie de contradicciones, estrategias fallidas y torpe uso de la violencia y/o fuerza insurreccional, en torno a un ejercicio de nuevo personalismo político que produce un desencanto rápido de la política y los partidos políticos por parte de la población en general.
La imposibilidad del manejo institucional de la promesa de salir de Maduro en 6 meses desde la AN del 2015, la constante construcción mediática de los presidentes alternados de la AN como los nuevos líderes de la oposición y la ausencia de una instancia plural y verdaderamente democrática para definir, ejecutar y corregir estrategias, pasando por un Frente Amplio que ni fue frente ni fue amplio, y ahora una Plataforma Unitaria, que termina siendo un Frente sin Sociedad Civil, pero con el mismo estilo de “nariceo” del G4 sobre todas las acciones que se toman sin consulta e impuestas de hecho, hace que hoy tengamos a una oposición fraccionada y sin representatividad de la gran mayoría del pueblo que en un 85% desea un cambio definitivo del sistema político y económico del país.
En el marco de esta corta reseña del G4, que podría reflejar también algunas cosas positivas, pero hoy con base en los resultados cuesta mucho expresarlas, y luego de varios intentos, mediados por acciones de fuerza de salir de la tiranía, se retoma el único camino que nunca ha debido abandonarse, a pesar de las sobradas razones para hacerlo: la negociación política ahora en México.
En la mayor posición de debilidad, con una oposición segmentada en el G4, la Alianza Democrática (con su propia hegemonía de partidos judicializados que responden al interés de quienes le dieron la tarjeta), los extremistas abstencionistas y los independientes (mi caso y el de otros), hoy se afronta esta nueva negociación cuyo único futuro está en poder ponerse de acuerdo en algún punto de la negociación, sin previo acuerdo, para poder avanzar como “bloque” ante un habilidoso gobierno de facto con mucho poder de manipulación.
Mientras, en el camino, rumbo hacia unas elecciones regional, tenemos a un G4 que dice no ir a las mismas, pero con líderes de estos partidos en la calle haciendo campaña, e imponiendo candidatos por encima de los consensos que se han logrado, un ejemplo: El caso de Liborio Guarulla de UNT en el estado Amazonas, que se intenta imponer sobre la fórmula que todos los partidos en el estado han acordado, porque “ya el G4 se repartió los estados y a UNT le tocan 3”, mientras Guaidó ratifica que no participarán porque no hay condiciones electorales.
Un 53% de la población dice que irá a votar, y un 25% más dice que es posible que asista el 21N, 78% de los electores podría asistir a las elecciones, y el G4 mientras, no define una política transparente ante el pueblo, utiliza la supuesta “unidad” que “representa” para imponer candidatos, sin tomar en cuenta que la gente no esperó que ellos decidieran y tomó el control haciendo primarias en Upata o Charallave, o logrando consensos en Amazonas, e incluso convocando primarias para todo el estado Táchira con apoyo del CNE.
El G4, como instancia de decisión asumió suicidarse, y ha sido desbordado por la gente organizada, y sin alegrarme de su agonía hacia la muerte, es importante llamar ya a la constitución de una verdadera instancia de conducción política opositora que, sin duda, debería apoyar la política de participación electoral el 21N y referendo revocatorio y la negociación política y lucha en la calle por condiciones para que esto suceda. Si esto no pasa, Maduro seguirá frotándose las manos y alegre seguirá ganando tiempo mientras la “hegemonía opositora” sigue espantando a la democracia y luchando por unas cajitas de cartón vacías.
Es hora de asumir nuestras responsabilidades y avanzar.
Nicmer Evans / Politólogo
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