No puede hacerlo en peores condiciones. Dividida en al menos tres partes, garantiza un triunfo holgado del chavismo, al que le basta con echar mano de su organización en un escenario en el que reina la apatía y donde amplios sectores de esa misma oposición —los representados por Voluntad Popular y Juan Guaidó como figuras principales— llaman abiertamente a la abstención.
Muestra de la debacle opositora es la bofetada que Raúl Yusef —el candidato a la Gobernación de Bolívar de la Mesa de la Unidad Democrática, la hasta ahora reconocida como oposición— le propinó este miércoles a Américo De Grazia, que salió de las filas de la coalición para ser candidato, después de regresar sin problemas de su exilio de casi dos años en Italia.
No es una licencia literaria: Yusef literalmente abofeteó a De Grazia. Para más inri, lo hizo en presencia de la jefa de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea, Isabel Santos, que los había convocado para que le dieran sus impresiones sobre el proceso.
Santos trató de minimizar posteriormente el incidente, calificándolo de «pequeño [...] en un ambiente electoral muy polarizado, como sucede en muchas partes del mundo». Pero es una muestra a pequeña escala de lo que está sucediendo en muchas partes del país: dos o tres candidatos opositores compitiendo por un puesto con más rudeza que solidaridad.
Apropiación de candidaturas
Por lo que se refiere al proceso electoral, la apropiación de candidaturas opositoras por parte del chavismo, mediante su adjudicación judicial a aliados encubiertos, ha creado un panorama de partidos en el que resulta muy difícil identificar por quién hay que votar.
Otorgar el voto este domingo, por ejemplo, a la histórica papeleta de Acción Democrática o a la de Voluntad Popular implica dárselo a los dirigentes de esos partidos designados por el Tribunal Supremo —controlado por Maduro— e implicados en la defensa del empresario Álex Saab, hoy preso en EE.UU., cuando supuestamente eran candidatos opositores.
La campaña de la disidencia al chavismo, que no tiene un comando central, ha estado marcada por la contienda en el estado de Miranda (que comprende parte de Caracas) entre David Uzcátegui, dirigente de un partido emergente llamado Fuerza Vecinal, y Carlos Ocariz, el candidato de la MUD, quien, tras un áspero debate, renunció a sus aspiraciones el pasado 11 de noviembre.
Detrás de Fuerza Vecinal (partido al que Maduro ha elogiado varias veces en televisión) se encuentra, según se afirma, la figura de Henrique Capriles, excandidato presidencial y que actualmente se encuentra muy distanciado de Voluntad Popular, de Juan Guaidó (quien ha apelado a la libertad de conciencia para acudir a votar o no) y, principalmente, de Leopoldo López.
Tras la renuncia de Ocariz, el Consejo Nacional Electoral (CNE) no permitió que los votos de esa candidatura pasen a Uzcátegui, alegando que se había hecho fuera de plazo. La intención evidente del CNE es no permitir en Miranda un plebiscito entre la lista de la MUD y la de FV. Y es solo una muestra de un proceso electoral que, en términos generales, sigue siendo tan desequilibrado como el de todos los realizados desde el 2015, cuando Maduro perdió estrepitosamente las elecciones parlamentarias.
Adelantándose a la misión europea, Diosdado Cabello dijo este miércoles que la UE «tiene su informe listo», en el que denunciarán estos desequilibrios, para «decir que la revolución triunfó, pero con dudas razonables». Estados Unidos, por su parte, ya ha subrayado que no reconoce esta convocatoria como unas elecciones legítimas.
La Voz de Galicia/PEDRO GARCÍA OTERO
Comentarios: