La madrugada del 24 de octubre, una pequeña desapareció de su casa mientras su mamá compartía en una reunión varias casas más allá. La niña se había levantado dos horas antes y fue a los brazos de su mamá, quien la llevó hasta el cuarto. Dos horas más tarde, cuando regresó a su casa, se encontró con una escena dantesca: La habitación donde dormía la niña estaba llena de sangre y la pequeña había desaparecido.
Horas más tarde el cadáver fue localizado por un adolescente en un pozo séptico, tenía múltiples puñaladas y evidentes signos de abuso sexual, luego se determinaría que su hermanastro, quien encontró el cuerpo era el principal indiciado, había huido y su ropa ensangrentada estaba en un tobo.
El 26 de octubre, el Cicpc detuvo en Petare a un hombre de 57 años de edad acusado de haber abusado de sus siete nietas, a quienes contagió de una enfermedad de transmisión sexual.
En Los Teques, dos hombres raptaron, violaron y asesinaron a una niña de 11 años, los sujetos fueron detenidos, uno de los sádicos fue ajusticiado por presos en la cárcel de El Rodeo.
Los hechos macabros y violentos se repiten con alarmante regularidad, sin más respuesta que alguna epiléptica campaña o acciones reactivas del Estado, mientras que la sociedad se pregunta cada vez con mayor frecuencia ¿qué está pasando?
Una sociedad desajustada
Al respecto, Fernando Pereira, coordinador de Cecodap, señala que no se puede desconocer el impacto que tuvo la pandemia en la salud mental del venezolano, “desajustó la subjetividad de muchos individuos, de familias y del entorno que se ha visto muy afectado, hay mucho que analizar tras esta larga temporada”.
Destaca que múltiples factores se unieron para hacer más vulnerables a niños, adolescentes y a las mujeres. Entre estos debemos destacar el fenómeno del embarazo juvenil que desde hace décadas viene golpeando a nuestra sociedad.
“Debido a la falta de educación y de oportunidades, cada año miles de jóvenes quedan embarazadas, en su mayoría embarazos no esperados. Muchos de estos niños serán criados con negligencia, en ambientes violentos, sin supervisión”.
“Madres que deben salir a trabajar para sobrevivir y que dejan a sus hijos con familiares o vecinos, o solos, sin sopesar las condiciones en que quedan. Los niños de pronto terminan envueltos en ambientes violentos”
Agrega que, la ingesta de alcohol y drogas terminan desdibujando la realidad y borrando los límites, “así se desarrollan conductas delictivas, de agresión y abuso, se pierde la contención y los niños terminan en una pesadilla”.
Menores y sanciones
Según datos del Monitor de Víctimas, entre 2017 y 2022, al menos 287 niños, niñas y adolescentes fueron asesinados, solo en Caracas, lo que representa el 6% del total de los 4.750 asesinatos registrados.
Luis Izquiel, criminólogo y profesor universitario, recuerda que las leyes establecen penas que pueden llegar a 30 años de prisión contra asesinos y violadores. “Pero cuando nos encontramos con casos en los que los infractores son menores de edad, el panorama cambia radicalmente”.
La Lopna establece las sanciones para los menores infractores. “Con la reforma de 2015, se elevó de cuatro a diez años la sanción máxima para los infractores y se aumentó la edad de imputabilidad de 12 a 14 años”.
En otras palabras, si un niño de 13 años comete un delito grave, no puede ser imputado y si tiene entre 14 y 17 años será imputado, pero lo máximo recibirá será una sanción de 10 años.
Al respecto, Izquiel acota que alrededor de este tema existe una larga discusión: Hay quienes creen que a los niños no se les deben aplicar penas severas, ya que no tienen conciencia plena de lo que hicieron, una condena a muchos años los afectaría más y los llevaría a una carrera delictiva”.
“Otros consideran que estos menores deben ser tratados como adultos, mientras que otros aseguran que no importan las penas largas o cortas, porque para ellos estos niños y adolescentes son irrecuperables. Es una discusión que se repite cada vez que un menor comete un delito atroz“.
Que haya un cambio
Pereira concluye con una reflexión: Pensamos que la justicia debe ser administrada, esa es la respuesta penal. Como sociedad debemos canalizar toda la indignación y energía para exigir condiciones que garanticen la seguridad del niño.
“Debemos exigir que el sistema de protección de niños y adolescentes cuente con los recursos necesarios para proteger al niño, que existan sistemas de alerta temprana y de prevención; que se implementen programas de educación sexual, necesitamos escuelas de padres para la formación en métodos de crianza sin violencia, que contemos con líneas telefónicas que den respuesta efectiva a las denuncias”.
Es necesario que las autoridades sientan esa presión y responsabilidad, que este sea un tema de presencia en la televisión, en la radio, enlas escuelas y comunidades, que se utilicen todos los espacios para orientar a la colectividad sobre estos aspectos.
Más acceso a la violencia
Para entender el problema de la violencia, una de las primeras cosas que debemos tomar en cuenta es saber si en realidad hoy hay más casos de violencia que en el pasado, o es que estamos más expuestos a ella.
Al estar inmersos en lo que creemos es una grave crisis de valores, presumimos que debe haber un mayor número de hechos violentos.
Hoy estamos más expuestos a la violencia, el papel de los medios de comunicación en la difusión de información fue sustituido por las redes sociales, que informan sobre todo. Antes si no querías enterarte de algo no hacías más que no ver noticieros, hoy gracias a las redes sociales, las noticias llegan como sea.
Atrás quedaba el papel mediador del periodista, que dosificaba y hacía “digerible” la información, al perderse ese mediador se eliminan los filtros y aunque hoy es más “democrático” el acceso a la información, también es más peligroso, ya que cualquiera, adultos o niños, pueden acceder a los detalles más escabrosos de los crímenes, a fotografías y videos dantescos.
En una época en la que el mundo enfrenta una gran epidemia de desinformación que se vale de cualquier tipo de información que pueda ser multiplicada, deformada, manipulada, para generar sentimientos y reacciones de opresión y rechazo, con el objetivo de ocultar o exagerar otros hechos, es fundamental educar y medir con mucha mesura la información que se recibe y la que se difunde.
Fuente: El Universal
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