Cuantos textos se han escrito de pueblos que mueren de sed, tierras áridas dónde han transcurrido años sin que caiga una sola gota de lluvia.
Son muchos los textos, libros hasta la Biblia nos habla del pueblo de Israel con sed en el desierto y Jehová les proporcionó agua de las rocas.
Hasta ahora no se habia escrito de un pueblo que muera de sed, rodeado de ríos, represas y las mayores fuentes de agua de un país.
Nunca nadie pudo imaginar tener tanta sed, rodeados de agua dulce, nadie pudo imaginar que un pueblo muriera de hambre con tantas riquezas, con tanto potencial.
Ríos de agua dulce, con piedras de oro y diamantes, ríos llenos de peces pero el pueblo lo ve mientras muere de sed y hambre.
Pasaran 50 años y el mundo pensará que fue una fábula, la imaginación de un escritor o un periodista. Pero esto no se pudo escribir, si no lo hubiera visto y vivido alguien.
Otros pueblos sin agua doblegaron la naturaleza y ahora tienen agua, no solo para tomar, también para bañarse, bañar sus perros, lavan sus carros y llenan sus piscinas, ahora la embotellan y la venden.
Pueblos que se negaron a morir y ante la amenaza de muerte reaccionaron y cambiaron.
Pero qué le pasa a mi pueblo que sigue echado, sucumbiendo al hambre y la sed, lleno de llagas y alimañas cual perro viejo que solo espera la muerte.
Qué le ocurre a mi pueblo, le partieron los brazos, las piernas y hasta le cortaron la lengua por que ya no habla, no canta, no reclama, sólo gime.
Un filósofo amigo dijo que el secreto de la alquimia de convertir el plomo en oro, se trata de una fábula para atrapar a los hombres en su propia ambición, siempre tras una formula inexistente perderían de vista lo verdaderamente valioso.
En Venezuela los ambiciosos fueron tras el oro sin la formula, pero matando lo realmente valioso. El agua y la vida.
Carlos Andrés Monsalve.
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