A pocos días de la fecha clave del 10 de enero, la situación en Venezuela se encamina hacia una transición democrática. El gobierno de Nicolás Maduro enfrenta una compleja trama de presiones internas y externas que podrían derivar en su salida del poder.
Internamente, Maduro se encuentra cada vez más aislado, sin apoyo popular y con las fuerzas armadas desmoralizadas y fraccionadas. Las pugnas internas han escalado, generando desconfianza entre los líderes de las mafias que conforman el gobierno. Ante este escenario, no se descarta un levantamiento popular, un golpe de Estado militar o una defenestración encubierta promovida por los propios grupos criminales que controlan el poder.
En el plano internacional, la presión sobre el régimen venezolano se ha incrementado. Estados Unidos ha ampliado las sanciones a funcionarios civiles y militares, y se prepara para aprobar la demoledora Ley Bolívar, además de amenazar con suspender las licencias de explotación petrolera. Por su parte, la comunidad internacional, principalmente en América y Europa, ha incrementado su apoyo diplomático a Edmundo González Urrutia, reconocido como presidente electo.
Asimismo, se conoce de la participación de grupos como el liderado por Erik Prince, quien podría aumentar la recompensa por la captura de Maduro, lo que representa una seria amenaza para el régimen. Incluso los principales aliados de Maduro, como Irán, Rusia y China, parecen dudar de su capacidad de intervenir en su apoyo, tras el sorpresivo derrocamiento del dictador sirio.
En este contexto, los analistas consideran que la mesa está servida para dar "jaque mate" al gobierno de Maduro, particularmente si logra juramentarse el 10 de enero, pues el momento de la negociación por su permanencia ha pasado. Ahora solo queda negociar los términos de su salida y la juramentación de Edmundo González Urrutia como presidente electo.
Fuente: El Debate/AnálisisAlex Fergusson
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