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6 de febrero de 1817, entrada triunfal de Piar en Upata

Trazos de Historia, por el ingeniero Ovidio Figueroa Salazar
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El seis de febrero de 1817, año de inflexión de la Guerra de Independencia de Venezuela y más allá, el entonces general de división Manuel Piar y el grueso de sus fuerzas entraron en las calles y plaza de Upata, la llamada Villa del Yocoima, el más poblado de la treintena de Misiones del Caroní, emplazado en el fresco valle del río Yocoima o Upata.

Habían partido unos cuatro meses antes de la ciudad de Barcelona, en cuya llanura que da salida para Caracas, concretamente entre el Distribuidor Mezones y el Complejo Criogénico de Oriente, derrotaron las tropas del feroz general canario Francisco Tomás Morales en la importante Batalla de El Juncal, librada el 27 de septiembre de 1816.

Habían atravesado el actual estado Anzoátegui de norte a sur, vale decir, entre la orilla del mar y la ribera norte del Orinoco. Habían cruzado el padre de los ríos venezolanos los días 20 y 21 de noviembre del siguiente año.

Habían incorporado unos trescientos hombres de caballería que formaban los escuadrones Caicara, Altagracia y Chaviripa, organizados por el general de brigada Manuel Cedeño a lo largo de los 16 meses anteriores. Habían forzado el treinta de diciembre los contingentes de tierra y agua que apostó el gobernador de Guayana en los pasos del anchuroso y sereno Bajo Caura para intentar impedirles el avance sobre la ciudad de Angostura, capital de la mayoritaria y empedernidamente realista provincia de Guayana desde fines de 1810.

Habían intentado asaltar sin éxito a Angostura en la escogida y oscura noche del 17 para el 18 de enero. Habían cruzado el tradicional Paso de Caruachi sobre el río Caroní, una vez que el Chaviripa tomó el Paso y pueblo de Guri, el 30 de enero.

Ahora entraban triunfal y jubilosamente en Upata, en medio del alborozo del pueblo upatense. Entraba el general Piar flanqueado por el general Cedeño, jefe de toda la caballería de su ejército, y del coronel José Antonio Anzoátegui, jefe de Estado Mayor, así como por Luis Lezama, último teniente de justicia realista, cambiado de bando, y de personas notables de la población. Más atrás entraban los escuadrones de caballería, mandados por el coronel Pedro Hernández; los batallones de fusileros Honor y Conquista de Guayana, jefaturados por el coronel Pedro León Torres; las tropas de artillería, del coronel Bartolomé Salom, y las tropas de Marina, a cargo del capitán de fragata Rafael Rodríguez, Cabeza de Gato. 

Habían recorrido a pie o a caballo, según el caso, mil quinientos kilómetros, en marchas, contramarchas y operaciones secundarias, en medio de mil esfuerzos. Ahora, el pueblo upatense los recibía y premiaba con su patriotismo, cobijo y amor.

¡Viva el Ejército Libertador de Guayana! ¡Viva su famoso y casi invicto conductor, el general en jefe Manuel Piar, el más triunfador de los generales de la Independencia, cuyo glorioso nombre nominaría el suelo upatense varias décadas después y para los siglos!

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